jueves, enero 12, 2006

Ojos a la brasa con un par de corneas de guarnición

Ayer Diego y yo fuimos a operarnos la vista. Intenté disuadirle, ¿para qué operarnos si podemos coger un trozo de cristal de las gafas e incrustárnoslo en el ojo? Pero se empeñó, así que decidí ir con él para darle mi apoyo. Para no hacer publicidad del sitio donde fuimos diré que era la Clínica B. (o C. Baviera, como prefirais). Nada más entrar te sientes como si fueras a un funeral con un vestido de Ágatha Ruiz de la Prada. Y es que los únicos colores del lugar los aportas tú. Las paredes son blancas, el mostrador es blanco, el suelo negro, las "enfermeras" llevan batas blancas con mocasines blancos (tentado estuve de preguntarle a alguna el color de su lencería). Y yo me sentía como una especie de terrorista cromático, como un payaso (de esos con zapatones, narizota y una margarita que tira agua en la solapa) desfilando el día de las fuerzas armadas. Sentí un ligero alivio cuando iba a firmar la autorización para mi operación (¡hágase el azul! pensé) pero cómo no, la tinta del bolígrafo era negra. Afortunadamente, enseguida me hicieron pasar a la sala de espera (con butacas de color casi blanco y decorada con un cuadro que era un lienzo BLANCO atravesado por líneas negras horizontales y verticales) donde había más gente que se sentía igual de rara que yo. Cuando ya estaba pensando en cortar con una navaja algunos de los cojines para hacerme prendas más acordes con el entorno, vino una enfermera y me dijo: "acompáñeme, vamos a pasar a quirófano". Yo le seguí escoltado por la mirada solidaria de todos los presentes en la sala. Llegamos a una salita pequeña y me cubrieron los zapatos cooooooooon, hummmmmmmmm, ¿cómo decirlo? cubrezapatos, tal vez. Me pusieron una bata y un gorro de ducha. ¿Adivinais de qué color era todo? PUES NO, porque tras la puerta que daba al quirófano iba a descubrir que el Creador había incluído un nuevo color en aquel mundo de blancos y negros: ¡el verde!. Aprovechando mi estupefacción ante las posibilidades que dicho color había dado al Todopoderoso, la enfermera me dijo:"mira hacia arriba". En mi inocencia le hice caso, y aprovechó mi desliz para ponerme unas gotas en los ojos que, por cómo picaban, debían contener bastante porcentaje de salfumán. Sin apiadarse de mis agónicos gritos y mis reiteradas peticiones de que me dejaran morir de una vez me informó: "ahora siéntese en esa silla y le pondremos un poco más de anestesia".
Entonces llegó el médico:"hola, ¿qué tal?". Le dije que muy bien (no sé por qué le mentí, pero lo hice). "Bueno, ya verás como no es nada". Reaccioné como todo el mundo al oir esa frase; me acojoné, porque siempre que te dicen que no va a ser nada . . . uffff. Pero en verdad no fue para tanto. Allí estaba yo, tumbado, con una pinza en el dedo que medía mis pulsaciones (¿para qué? ¡si se oían desde la calle!), y el médico poniéndome las tenazas que le ponen al protagonista de "la naranja mecánica" para que no cierre los ojos. Entonces me dijo: "ahora te voy a hacer un poco de presión en el ojo y oirás este ruido: (incluíd aquí el sonido de una motosierra del tamaño de un dedal y os hareis una idea del ruido que era)". La "ligera" presión en el ojo hizo que mis sesos se apartaran a un lado para no ser aplastados por mi ojo al ir a dar contra la parte interior de mi hueso opcipital. Y a parte del ruido noté como una "brisa fresca", que debía ser el aire que movía la dichosa minimotosierra. A parte de eso no fue muy desagradable, excepto por el hecho de que luego ves como te quitan el trozo que han cortado y dejas de ver nítido; sin olvidar que luego se repite el proceso en el otro ojo (y el saber cómo va a ser, os aseguro de que NO ayuda a llevarlo mejor).
Luego de eso me llevaron a la habitación del laser. Me tumbaron en otra camilla y me dijeron: "ahora mira a la luz roja y procura no moverte para que vaya todo perfecto". Yo me sentía a mil jodidos kilómetros de la perfección, pero bueno. También me dijeron: "tranquilo, que lo peor ya ha pasado". Imaginaos a qué estado de pánico y ansiedad me llevaron esas simples palabras (todo el mundo sabe que cuando te dicen eso es que normalmente aún van a empeorar mucho las cosas). Afortunadamente no fue así. La enfermera iba haciendo una cuenta atrás mientras el laser me freía la córnea y ya está. Bueno, hay que tener en cuenta el olorcillo a cerdo a la parrilla que llegaba hasta mí. Pero por lo demás todo muy bien, ¿eh?. Una vez acabado el proceso, el torturador (o médico, como prefirais; pero a estas alturas coincidireis conmigo en el término empleado, ¿no?) me limpió la córnea y me devolvió el cacho de ojo que me había quitado antes.
Luego me llevaron a una sala oscura y me dijeron que me quedara un rato allí con los ojos cerrados. Recuerdo que más tarde aprovecharon que aún me sentía débil para cobrarme y me echaron de allí con una cita para volver esa misma tarde. Lo más significativo de mi viaje de vuelta era la sensación de que me habían echado un cubo de arena en cada ojo.
Así que si pensais operaros la vista, solo os puedo decir. . . QUE LO HAGAIS, PORQUE ES UNA VERDADERA PASADA CUANDO TE LEVANTAS AL DÍA SIGUIENTE Y VES BIEN SIN HACER NADA!!!!
Palabra de Mortwind, te alabamos, oh Señor. Amén.