lunes, junio 27, 2005

Miedo

Vas caminando por un callejón oscuro y silencioso, que apesta por la cantidad de borrachos que se han servido de él para mear, vomitar, o una patética combinación de ambas cosas. La basura sin recoger que tienes que esquivar al andar no ayuda en nada a tu pobre sentido del olfato. Aceleras el paso animado al ver el final de la calle y oir los vehículos que se pelean por ser los primeros en una carrera que nadie puede ganar. Y entonces oyes un ruido, y te paras. Es una estupidez, pero de todas formas lo haces. Te dices que es un simple ruido, pero no consigues engañarte, se te ha erizado toda la piel de la nuca y los antebrazos al oir el ruido del metal arañando los ladrillos de la pared. ¿A qué distancia lo has oído? ¿Tendrás tiempo de salir del callejón antes de que lo que sea que tienes detrás te dé alcance? Piensas en darte la vuelta, pero algo te dice que eso sería como invocar el terror. ¿Y si al darte la vuelta conviertes tus miedos en realidad? Es una idea estúpida, pero al mismo tiempo sabes que es una estupidez cierta. Así que durante unos segundos (que se te hacen eternos) te quedas parado aguzando el oído. Nada, total y absoluto silencio. Te das cuenta de que llevas más de medio minuto conteniendo la respiración, así que expulsas el aire que queda en tus pulmones, vuelves a llenarlos como si fueras un nadador preparándose para zambullirse . . . y entonces empiezas a correr con todas tus fuerzas que, si contamos la ayuda que te da la descarga de adrenalina causada por el miedo, podemos decir que no son pocas. Y entonces vuelves a oir el mismo sonido detrás tuyo, pero mucho más cercano, así que apretas los dientes y sigues avanzando con la esperanza de no tropezar. Apenas eres consciente de que has mojado la entrepierna de tus pantalones. Notas que el aire se agita a escasos milímetros de tu nuca. Vas a morir en un callejón oscuro y apestoso, te has meado en los pantalones, pero al menos quieres ver venir tu muerte; así que miras hacia atrás por encima del hombro . . . y te paras. Has llegado a la calle. Desde lo alto de un cubo de basura del callejón, un gato te mira con curiosidad durante unos instantes, antes de ponerse a hurgar de nuevo entre las bolsas. Vuelves a casa sintiéndote estúpido, pero al ir a echar la camisa en el cubo de la ropa sucia ves que el cuello tiene una pequeña mancha roja en la parte de atrás. Te llevas una temblorosa mano a la nuca, y notas como las yemas de los dedos tocan algo mojado y viscoso. Antes de poderte mirar la manos ya sabes que es sangre. Y por ilógico que parezca, eso te hace sentir bien. Prefieres la sensación de haber salvado la vida por un pelo a la de ser un estúpido cobardica que tenías hace un momento.

lunes, junio 13, 2005

Sin nada que contar

Pues eso, poco más hay que decir. Me gusta escribir, pero no tengo fuerzas ni ganas para seguir haciéndolo (al menos de momento). Así que hasta que cambien las cosas no va a haber nuevos posts.

P.D: Si es que a alguien le interesa, vamos. Porque ese eco que producen mis palabras me da que pensar . . . ¿hay alguien ahí? A veces uno se siente taaaan solo . . .